sábado, 28 de abril de 2007

Jacques Lacan, Écrits (1966)


“…el desplazamiento del significante determina a los sujetos en sus actos, en su destino, en sus rechazos, en sus cegueras, en sus éxitos y en su suerte, a despecho de sus dotes innatas y de su logro social, sin consideración del carácter o del sexo, y que de buena o mala gana seguirá al tren del significante como armas y bagajes, todo lo dado de lo psicológico.”

“El gusto del escollo es el ornamento de la perseverancia en el ser.”

“Ese juego mediante el cual el niño se ejercita en hacer desaparecer de su vista, para volver a traerlo a ella, luego obligarlo de nuevo, un objeto, por lo demás indiferente en cuanto a su naturaleza, a la vez que modula esta alternancia con sílabas distintivas –ese juego, diremos, manifiesta en sus rasgos radicales la determinación que el animal humano recibe del orden simbólico.

El hombre literalmente consagra su tiempo a desplegar la alternativa estructural en que la presencia y la ausencia toman una de la otra su llamado. Es en el momento de su conjunción esencial, y por decirlo así en el punto cero del deseo, donde el objeto humano cae bajo el efecto de la captura, que, anulando su propiedad natural, lo somete desde ese momento a las condiciones del símbolo.

A decir verdad, hay tan sólo aquí una vislumbre iluminante de la entrada del individuo en un orden cuya masa lo sostiene y lo acoge bajo la forma del lenguaje, y sobreimprime en la diacronía como en la sincronía la determinación del significante con el significado.”

Jacques Lacan, El seminario sobre “la carta robada” en Écrits

martes, 10 de abril de 2007

Azorín, Diario de un enfermo (1901)


¿Qué es la vida? ¿Qué fin tiene la vida? ¿Qué hacemos aquí abajo? ¿Para qué vivimos? No lo sé; esto es abrumadamente imbécil, abrumadamente imbécil… No tengo plan, no tengo idea, no tengo finalidad ninguna…

Esta mañana… la he encontrado. ¿A quién? No sé… Un momento, instintivamente, vibrantemente, nos hemos mirado sin detenernos. Ella, ha seguido; yo he seguido… Diríase que habíamos vivido juntos eternidades en otros mundos… ¿Por qué no he ido yo a ella y ella no ha venido a mí?...

Vivamos impasibles; contemplemos impávidos la fatal corriente de las cosas. El dolor es tan irreal como el placer… ¿Existimos acaso?... Sí, acaso sea la realidad una ilusión, y nosotros mismos, ilusiones que flotan un momento y desaparecen en la Nada, también quimera.